De todo un poquito

El cielo estaba nublado y el suelo húmedo aquel miércoles a las tres de la tarde cuando fui a la facultad a ver unas notas. Tenía que subir ocho pisos y el tiempo no me sobraba y el ascensor no respondía, así que decidí ir por la escalera. Finalmente, la nota no estaba y al no responder, nuevamente (el ascensor), decidí bajar del mismo modo en que subí, pero esta vez acompañado con el humo de un cigarro. Fue así que al llegar al cuarto piso la vi, su tez de porcelana, su sonrisa contagiosa y sus ojos azules intensos captaron poderosamente mi atención, aunque mi vergüenza me obligó a acelerar el paso con tal que no me viera y mi admiración quedará de un modo secreto. Al llegar a las escaleras que comunicaba con el tercer piso, escucho unos pasos que de forma cada vez mas rápida se acercan a mi y por detrás mió escucho una dulce voz que me dice -¿Tenés fuego?- volteo a mirar y era ella, que un poco agitada me sonríe. Yo, paralizado de los nervios, accedo sin ningún problema, le doy el encendedor y al agarrarlo, me toma de la mano, fue en ese preciso instante en el que su mirada se cruzó con la mía y de una forma penetrante donde uno observaba al otro, sentí una calidez que hacia tiempo que no sentía. Note algo familiar en ella, como si la conociese de otra vida. Estuvimos unos cuantos segundos en silencio, siempre mirándonos fijamente, tal vez ella esperaba a que dijese algo y yo mucho no podía hacer, estaba obnubilado e inmóvil, hasta el momento en el que me devolvió el encendedor y con la misma sonrisa me agradeció, a lo cual solo pude decir "de nada" y encarar para la escalera, y ella, ahora sin la misma sonrisa vuelve hacia donde la había visto por primera vez… Al salir del edificio me he reprochado el no haber dicho nada, tal vez me hubiese encontrado con el amor de mi vida y (cobardemente) lo he dejado pasar, aunque tal vez, solo tal vez algún día la vuelva a ver.